“Hoy es 26 de septiembre de 2002”, escriben esa mañana los chicos de Pozuelo, a 25 km de Las Termas de Río Hondo. Con seis hijos en casa, Margarita Vera tiene mucho que hacer. Camila Cajal es (en ese momento) la más chica: apenas un año y siete meses. En un par de minutos la vida cambia: en un accidente la nena se quema las dos manitos. La trasladan urgente al Hospital de Niños de Santiago del Estero, pero pese a todos los intentos habrá que amputarle los 10 dedos. El 14 de octubre se realizará la primera de un montón de cirugías. 

Mayo de 2017

Camila y Margarita están en el consultorio tucumano del traumatólogo Claudio Brahim, santiagueño como ellas. Los acompaña otro de los protagonistas de esta historia: Lucas Abdala tiene 27 años y está a tres materias de terminar Ingeniería Electrónica en la Facultad Regional Tucumán de la Universidad Tecnológica Nacional.

El doctor Brahim y Lucas tienen en Camila “una gran ayudante”, aseguran : ella puso sus muñones a disposición de los dos para que pudieran ayudarla, pero fundamentalmente, para ayudar a otros.

“Claudio es mi médico, pero también mi amigo”, cuenta Lucas, el único tucumano de este cuarteto, y revela el prólogo de esta historia conjunta: “íbamos andando en bici cuando me pidió ayuda. ‘Tengo un problema’, me dijo, y cuando me lo contó ¡casi me caigo y me tiene que enyesar de nuevo! Quería fabricar una prótesis electrónica, que además fuera de bajo costo, para una paciente. Ya le había armado una mecánica...”

De vuelta en Santiago

“Ese 26 de septiembre creí que mi vida acababa -relata casi 15 años después Margarita-. “Pero enseguida me di cuenta de que no podía bajar los brazos. Fue un proceso largo... De alguna manera lo sigue siendo”.

En 2003 fueron juntas por primera vez al hospital Garrahan, en Buenos Aires; la pequeña tenía 2 añitos. “Seguimos yendo como hasta los 7 -dice Camila, que en general dice poco-. De eso sí me acuerdo un poco; pero son como sombras borrosas”. Quizás es una suerte: hay cosas que mejor olvidar. Lo otro bueno que le pasó es que tiene una mamá que peleó contra todo hasta que logró para su hija una vida normal: hoy Camila es una adolescente hermosa; tiene 16 años y está cursando el último año de la secundaria. Se vale de lo que le quedó de la mano izquierda para casi todo: escribe, maneja el celular, se maquilla, come, se lava el pelo y muchas otras cosas más. Pero la derecha...

Hace cuatro años Margarita y Camila conocieron a Brahim en el consultorio que él tiene en Santiago. “Me impresionó cuántas habilidades había desarrollado en la mano izquierda, donde había sido posible formar una especie de pulgar que tenía movilidad (se llama mano metacarpiana)”, explica el médico. “Pero el muñón derecho le había quedado en ángulo recto con el brazo y sin movilidad. Decidimos volver a operar para enderezarlo y armar una mano metacarpiana. Logramos lo primero (mejorando la comodidad de Camila), pero no lo segundo”, añade.

Como Margarita, él tampoco bajó los brazos: “nunca me resigné fácilmente a tener que decir la frase ‘es una secuela, qué le vamos a hacer’”, apunta. Lo primero que hizo fue construir una prótesis mecánica; compró una impresora 3D, estudió todos los tutoriales que encontró en internet y poco tiempo después Camila pudo sostener con su mano hábil objetos de gran tamaño. “Empezó a usarla apenas se la puse”, cuenta todavía sorprendido.

Los números

Pero no se quedó allí, y así nació la prótesis electrónica que construyó con Lucas. “Para el que no tiene nada, algo es mucho”, sentencia mientras la ajusta al brazo de Camila, que ahora puede agarrar cosas con las dos manos. “Logramos lo que queríamos -añade radiante-; para comprar una extranjera hubieran hacho falta unos 30.000 dólares. Esta, en total, ¡no llegó a los 2.000 pesos!”.

“Usamos planos que están disponibles para cualquiera en internet, free software y la impresora 3D de Claudio, y construimos la parte electrónica con elementos que se consiguen fácilmente en Tucumán (era uno de los objetivos) -explica contento Lucas-. Lo más caro son las cinco pilas... ¡porque son recargables!”

Camila sigue diciendo poco, pero agradece y se presta a todas las pruebas que le proponen; pero -reconoce- está tan adaptada a 15 años de su mano metacarpiana que estas nuevas, a veces, le molestan un poco. Y aquí se explica por qué Brahim y Lucas la consideran su ayudante: “para ellas son bastante útiles, pero lo más importante es que hemos hecho con su ayuda todas las pruebas que permitirán que casi cualquiera pueda acceder a una prótesis -dice Brahim-. Y ahora será posible que un amputado pueda estar usando ‘manos nuevas’ apenas sus tejidos hayan cicatrizado... ¿Un par de meses? Quizás menos...”


Otro caso: un adulto de 33 años
Camila Cajal no es la única ayudante del traumatólogo Claudio Brahim y el casi ingeniero electrónico Lucas Abdala. Ramón Romero (33) es abogado. Desde que nació su brazo izquierdo termina en un muñón, así que, aunque patea la pelota con la izquierda, es diestro por obligación. Ramón fue el otro sujeto experimental que ayudó a           construir las manos electrónicas. Y, como Camila, lo llenó de alegría descubrir lo nuevo que lograba hacer. “Puedo sostener cosas pesadas y usar las dos manos. Ahora lograré cortar la cebolla... con lo que me encanta cocinar”, exclamó mientras  con su prótesis recién estrenada sostenía un pesado   calentador (foto). 
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El viernes podrás escuchar esta historia
El viernes a las 17, con el nombre “Lo tecnológico y lo artesanal al alcance de la mano”, el traumatólogo Claudio Brahim presentará el caso de Camila y el de Ramón Romero en el Auditorio OSDE de Yerba Buena (Av. Aconquija 1201). La charla, abierta al público general, será el cierre de las Jornadas Científicas Regionales de Cirugía de la Mano y Miembro Superior, organizadas por la seccional Tucumán de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Mano.


Otro caso: un adulto de 33 años
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